jueves, 25 de diciembre de 2014
CAPITULO 2
Pedro supo el momento exacto en el que Pau lo comprendió. El rubor se extendió desde la baja V de su blusa de seda verde azulado y después coloreó sus mejillas.
¡Por fin! Después de casi un año de coqueteo del que no obtenía nada más que la inconveniente erección ocasional, estaba recibiendo lo que realmente quería para Navidad: la oportunidad de demostrar que él era el hombre para ella.
Ojalá pudiera decir que fue su encanto el que persuadió a Paula, pero ese no era el caso. No, él había tenido que esperar a que el destino interviniera y deslizara el nombre de ella en su mano para el sorteo anual del Santa Secreto de su bufete de abogados. Había abierto la hoja de papel doblada, visto Paula Chaves y sonreído como un idiota.
Por alrededor de un segundo.
Entonces se dio cuenta de que no sólo tendría que salir con un gran regalo, sino un gran regalo que ella tendría que compartir con él, y no con uno de los otros babosos mujeriegos de alrededor de su firma. Había caminado a través de interminables centros comerciales abarrotados, navegado por un centenar de sitios de compras en línea, interrogado a cada una de sus ex novias y parientes femeninas; todo fue en vano. Ellas no podían entender por qué simplemente no le pedía salir a Paula, en lugar de tratar de planear algo complicado para hacer su punto.
La respuesta era muy simple. Tenía la reputación de ser un mujeriego. Ella había oído hablar de eso y no quería tener nada que ver con él a causa de ello. Así que ir directo a pedir una cita no iba a funcionar.
Tenía que demostrarle primero que hablaba en serio.
La reticencia de Pau no era una experiencia nueva para Pedro. La mayoría de las mujeres que eran amigas estrictamente platónicas eran la que habían dejado en claro que estaban buscando al Sr. Perfecto.
No al Sr. Ahora Mismo1. Empezando en la secundaria, Pedro había aprendido a dar la imagen de “no voy a sentar la cabeza” bastante bien. No es que no hubiera tenido relaciones comprometidas.
Las tuvo. Simplemente no del tipo de compromiso de para siempre.
Así que había tratado de respetar el obvio desinterés de Pau, pero la insistente ansia en sus entrañas no se iba. La quería; quería ese cabello largo y oscuro alrededor de su puño, quería a esos ojos castaño oscuro ardiendo con lujuria, quería ese cuerpo exuberante y curvilíneo fuera de los trajes de negocios y arqueándose desnudo debajo de él. Y a pesar de que sabía que nunca iba a suceder, Pedro no podía dejar de soñar con eso.
Pau era preciosa, con una hermosa constitución, segura e inteligente. Conocía sus activos y los mostraba. Ella también conocía su valor y quería a un hombre que lo hiciera. ¿Qué le había dicho a él una vez?
Cualquier hombre que tiene un pie firmemente plantado en la puerta en realidad nunca entra.
Pero él no era un novio del tipo casquivano. Él cuidaba malditamente bien de las mujeres con las que salía.
Prestaba atención a lo que les gustaba y a lo que no. No era tan difícil.
Sólo requería de un poco de esfuerzo, y Pedro disfrutaba haciendo ese esfuerzo. Disfrutaba viendo su sorpresa cuando se acordaba de su autor favorito, su canción favorita, sus lugares favoritos para ser tocada y acariciada.
Debido a esto, la mayoría de sus ex novias todavía eran sus amigas.
—Estás mirando fijamente —bromeó una suave voz a su lado.
Apartó la mirada de los ojos abiertos como platos de Pau para mirar a la mujer a su lado.
—Parece que le gustó tu regalo —dijo Amanda con una sonrisa cariñosa—. ¿Por qué yo nunca obtuve fotos de ti desnudo cuando estábamos saliendo?
—Nunca las pediste.
Paula tampoco lo había hecho, al menos no en el sentido verbal. Él se había estado quedando a altas horas de la noche trabajando en sus horas cobrables. El objetivo era doble: conseguir un amortiguador decente para el tiempo de vacaciones del trabajo y también para olvidarse de cómo no podía encontrar ni una maldita cosa para darle a Pau que metiera su pie en su puerta. La estratagema no funcionaba, por lo que se había puesto de pie y comenzado a pasearse por el pasillo que formaba un anillo alrededor del escritorio central de la recepcionista y los ascensores.
Fue entonces cuando eso le llamó la atención. La pequeña bola arrugada de papel perdida o dejada caer por el equipo de limpieza nocturna. Estaba acuñada junto a la pata de madera pulida de su sofá de la sala de espera. La había recogido con la intención de tirarla cuando un poco de rojo y verde le llamó la atención. Pau había estado usando una linda libreta pequeña con forma de calcetín desde el primer día del mes. La Navidad era, obviamente, una de sus fiestas favoritas, si el pequeño árbol adornado en su escritorio era alguna indicación. Él supo al instante que el trozo festivo de basura una vez le había pertenecido a ella y tuvo un nuevo significado sólo por eso.
Así que sintiéndose un poco culpable, pero incapaz de ayudarse a sí mismo, Pedro abrió el trozo de basura...
Y él le había estado dando las gracias a sus estrellas de la suerte desde entonces.
En la parte superior del papel de rayas estaban las palabras Lista de Deseos, en una letra diseñada para parecerse a los garabatos de un niño. Debajo de eso estaban las letras hermosamente formadas que reconoció como la letra de Pau.
Mamá: nueva panificadora
Papá: pesca en alta mar
Sam: tarjeta de regalo
Y entonces ella había tachado esa lista y comenzado una nueva.
Mi lista de deseos: (traviesa)
Pedro Alfonso desnudo y envuelto en un lazo.
Pedro besándome hasta dejarme sin sentido.
Pedro cocinándome la cena desnudo (así puedo mirar su culo)
Chupándosela a Pedro. (Mmm)
Pedro lamiéndome. (Doble mmm)
Follar a Pedro hasta que ya no pueda caminar. (¡Oh Dios mío!)
El impacto de esa lista lo había golpeado tan fuerte que había tropezado con el sofá cercano.
Había entendido entonces que Paula le había estado engañando todo el tiempo, al igual que lo haría con un jurado. Actuando como si no le afectara cuando ella estaba realmente tan caliente por él como él lo estaba por ella.
Ninguna mujer tenía esos detallados pensamientos sexuales acerca de un chico del que no estaba totalmente interesada.
Obviamente, ella había estado pensando en él durante un tiempo.
Imágenes inspiradas en sus palabras llenaron su mente. Su polla se hinchó y él se preguntó cómo iba a lograr volver a su oficina y mucho menos al garaje, dieciocho pisos más abajo.
No tenía que haberse preocupado. Su siguiente línea temblorosamente escrita le quitó todo el calor y lo dejó frío.
Mi lista de deseos: (Buena)
Olvidarme de Pedro Alfonso o transferirme.
En ese momento había descubierto dos cosas. Uno, no importaba lo mucho que ella quisiera su cuerpo, ella todavía no quería tener nada que ver con él. Hasta el punto en que estaba considerando la posibilidad de transferirse a otra oficina de su empresa al otro lado de la ciudad.
Dos, la idea de no verla casi todos los días lo golpeó como un puñetazo físico. Demasiado doloroso como para que su interés fuera meramente casual. Se había dado cuenta entonces de lo que el nudo en sus entrañas estaba tratando de decirle.
En algún lugar a lo largo del camino, el deseo puramente sexual que sentía por ella se había convertido en algo más.
Tal vez había pasado cuando habían trabajado en ese último caso juntos y ella se mantenía maravillándolo con su cerebro. O tal vez fue cuando ella había llorado durante un veredicto y no había intentado esconderse de él.
Fuera lo que fuera, estaría condenado si su pasado se interpusiera en el camino de lo que ambos querían.
Esta Navidad, el no tan santo Pedro se estaba asegurando de que todos los deseos de Paula Chaves se hicieran realidad.
1 N. de T: Juego de palabras. Mr Right (Sr. perfecto) y Mr. Right Now (Sr. Ahora Mismo).
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